Las buenas cifras del turismo en Catalunya han vuelto a poner sobre la mesa un debate que va en el camino de ser eterno: ¿cómo compensar el impacto de esa actividad en la vida cotidiana de las poblaciones con más visitantes? En 2012, la Generalitat puso en marcha la llamada tasa turística, que grava las pernoctaciones. El impuesto, que se cobra en muchas ciudades del mundo, fue mal recibido por los empresarios, que alegaron que les restaba competitividad. Lo cierto es que en 2015 el Gobierno catalán recaudó 43,5 millones de euros, un 5,48% más que en 2014. Ahora las buenas cifras del turismo le dan aire a una vieja y polémica reivindicación vecinal: subir el importe de la tasa para homologarlo a la de otros destinos.
En la última audiencia pública sobre turismo, el año pasado, una de las propuestas de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) fue precisamente el aumento de ese impuesto. Actualmente, por una noche en un hotel de cinco estrellas, cada huésped mayor de 16 años tiene que pagar 2,5 euros adicionales. En uno de cuatro estrellas la tarifa cambia si se está en la capital catalana (1,25 euros por noche) o en el resto de la comunidad autónoma (1 euro). En Roma, por ejemplo, el impuesto es de siete euros. Ámsterdam y Berlín cobran un 5% de la factura.
UN MILLÓN DE EUROS PARA EL TURISMO SOSTENIBLE
Los municipios solo pueden destinar el dinero de la tasa turística a la promoción, el impulso del turismo sostenible, el desarrollo de infraestructuras relacionadas con esta actividad o la mejora de la oferta turística. Collboni anunció ayer una batería de proyectos que se financiarán con 900.000 euros surgidos del impuesto. Un tercio de la suma se dedicará a la conectividad del sistema de megafonía de las playas. El plan también incluye la pacificación de las calles de Carolinas y Aulèstia Pijoan, en Gràcia, para mejorar la accesibilidad a la Casa Vicenç de Gaudí. Las nuevas fuentes de la plaza de Catalunya, cada vez más populares, y la Fuente Mágica del Montjuïc también mejorarán el espectáculo de sonido y luz. Con el dinero de la tasa turística también se creará un punto de atención turístico comercial en la calle de Creu Coberta, en Sants, y se financiará el Festival Internacional de Arte Imposible.
La tasa nació como una manera de sufragar la promoción turística en pleno momento de recortes. La industria puso el grito en el cielo al considerar que podía poner en riesgo la afluencia de turistas, especialmente los de sol y playa, donde la competencia con otros destinos era mucho más cerrada. La inestabilidad en el norte de África y el empuje de la marca Barcelona dispararon las visitas, que cada año rompen récords.
La Generalitat se abrió, sin embargo, a transferir parte de la tasa a las ciudades y a que se destinara a mitigar los efectos nocivos del turismo. De los 43,5 millones recaudados en 2015, 13 fueron a los entes locales y de ellos 7,6 millones a Barcelona. El alcalde accidental de la capital catalana, Jaume Collboni (PSC) presentó ayer inversiones por 900.000 euros que se pagarán con dinero procedente de esa tasa.
Barcelona genera la mitad —casi 21,7 millones— de los ingresos del tributo que gestiona la Generalitat pero, sin embargo, solo recibe un tercio de lo que recauda. Collboni querría que el Ayuntamiento asumira el 100% de la tasa. Consciente de que no es viable, el Ayuntamiento no se plantea aumentar el tributo pero si modificar el acuerdo con la Generalitat para ampliar el porcentaje que recibe. Esta fue una de las propuestas que defendió Barcelona en la anterior reunión bilateral con el Gobierno catalán. Collboni cree que esta petición de más participación es la idea que cuenta con mayor consenso en el Plenario. El Ayuntamiento, añadió el alcalde accidental, también estudia “otras modalidades fiscales” como una tasa adicional para los cruceros.
Los empresarios turísticos descartan por completo una subida. David Batalla, presidente de la Federación Empresarial de Hostelería y Turismo de la provincia de Tarragona (FEHT), explicó que una medida de este tipo puede comportar más consecuencias “negativas” que positivas y por lo tanto “no se tiene que aumentar”. Batalla agregó que subir el coste de cada pernoctación podría generar un “efecto rechazo” en los turistas que visitan la Costa Daurada, “sobre todo por el efecto comparativo dentro del mismo país”.
Artículo publicado en El País, el 4-8-2016
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/08/03/catalunya/1470249615_951321.html